RENACIMIENTO:
El paisaje adquirió autonomía iconográfica en el siglo XVI.
En su forma realista, se debe sobre todo al arte flamenco y alemán, como por
ejemplo, Alberto Durero, que dejó numerosas acuarelas de paisajes. En su forma
idealizada de inspiración clásica, es algo que debe atribuirse a Italia, siendo
El Perugino, maestro de Rafael, uno de los más destacados elaboradores de
vastos espacios en los que se situaban los personajes, con una fuerte
acentuación del paisaje. En Venecia, con su luz cambiante sobre las aguas,
aunque el paisaje siguió siendo fondo de obras y no su motivo principal, se
esmeraron por lograr realismo reflejando vistas de la laguna, sus calles y
monumentos, así como la «tierra firme», y de los fenómenos atmosféricos como
ocurre con la tormenta que ya desde el siglo XVI da nombre al cuadro más
conocido de Giorgione.
En esta época, el paisaje sirvió para expresar las utopías
urbanas y políticas emergentes. A menudo «percibido» a través del marco de las
ventanas en los cuadros que representaban escenas interiores, fue consiguiendo
un papel cada vez más importante, hasta ocupar toda la superficie de la tela.
Paralelamente, los personajes de las escenas religiosas en exterior fueron
«encogiendo» hasta no estar más que simbolizados por los elementos del paisaje,
p.e. Jesús de Nazaret por una montaña. Pero, como se ve, el paisaje seguía
siendo sólo parte de un cuadro de historia o de un retrato.
En la pintura española no abunda el paisaje, limitándose a
representaciones de interés topográfico o botánico. Pero sí cabe mencionar un
paisaje «puro» que atrajo grandemente la atención, siglos después, de
surrealistas y expresionistas: la Vista de Toledo que pintó El Greco al final
de su vida. Los monumentos aparecen con cierto detalle, pero rodeados por un
campo resuelto a través de manchas de color verde, lo mismo que el cielo son
manchas de azul y todo ello bañado por una luz tormentosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario